lunes, 27 de julio de 2015

He encontrado el mejor sitio para vivir y para morir.
Cuando encuentres el tuyo, no dejes que nada te lo arrebate. Defiéndelo con uñas y dientes. No lo abandones con una excusa idiota. Sólo hay un lugar así para ti, y si lo pierdes quizá no lo vuelvas a encontrar.

Yo he redescubierto el mío. A escasos metros de donde escribo hay una mujer, un portento de mujer, muriendo. Es una tristeza y una alegría a la vez. Cada aliento es un regalo. Cuando su respiración es más lenta se me encoje el corazón.
Se muere exprimida como un limón. O mejor, como una naranja dulce que da buen zumo.
A todas les ha enseñado algo. Yo no la conocí hasta hace tres semanas, cuando el cáncer ya no le dejaba hilar las ideas.
Pero me está enseñando una de las cosas más importantes de la vida: cómo hay que morir.

He encontrado el mejor sitio para vivir.

Ahora he descubierto que es, sobre todo, el mejor lugar para morir.