domingo, 19 de abril de 2009

Sonrisas

Seguro que has comprobado que lo mejor cuando se está cansado es... tener alguien por quien sonreír. Cuando sabes que alguien agradece tu sonrisa es más fácil olvidarse del cansancio. Y eso que a veces tienes ganas de dormir, de gritar, de llorar... todo a la vez.

Como eso es imposible, la única opción que te queda es que rebusques entre tus mejores sonrisas y te la pongas en la cara.
Y si los ojos brillan, será por la alegría; si parece que tienes ojeras será el efecto que hace el tener la sonrisa de oreja a oreja; si de pronto elevas el tono es porque no puedes contener tu emoción.

¿Ves? todo cambia si sonríes; sobre todo cambia para el que te mira. Porque le alegras el día. Y eso, a pesar de que sólo querías gritar y llorar porque te mueres de sueño.
Y es que sabes que siempre hay alguien que lo único que quiere es verte feliz.


Esto lo escribí el año pasado, en plenos exámenes de febrero. Llegué a casa después de un examen a las 7 de la tarde, y antes de sentarme a estudiar el siguiente me crucé con una personita que hizo que ese día hubiera valido la pena.

sábado, 11 de abril de 2009

Olores

Si se pudieran embotellar los olores, esta noche cogería un frasco y guardaría para siempre este aroma de azahar que inunda Sevilla cuando llega la primavera.
No podría esperar a mañana, porque las noches tienen ese algo mágico que hacen que los sentidos estén más despiertos y los matices se distingan mejor. Con la luna y el silencio de compañeros, los olores se perciben mejor, y todo el cuerpo se puede centrar en el azahar, la flor blanca, sevillana por excelencia.
Cierra los ojos, no atiendas a tus oídos, y respira.
No querrás que pase el tiempo.
Nunca querrás abandonar Sevilla.

Gracias mamá

He estado pensando estas semanas, a raíz de las manifestaciones que ha habido en toda España, pasar al terreno práctico, y escribir algunas de las cosas que me habría perdido si mi madre hubiera decidido matarme antes de nacer. No son todas, claro, porque no habría libros en el mundo para escribir 22 años seguidos, cada minuto, cada segundo, cada latir de mi corazón... tampoco hace falta que las leas. Seguramente muchas ni las entiendas, otras te parecerán chorradas, otras no te parecerán importantes. Yo lo que sé es que sólo tuve que pensar unos minutos, y lo primero que se me vino a la cabeza fue esto:

Ver la cara de mamá. Y la de papá. Y la del médico, que estoy segura de que sonrió, porque yo era distinta: era su ahijada. Y la de la matrona, que pensaría lo mismo, y por eso también sonrió.
La desgracia de no tener hermanas pequeñas, y la desgracia aún más grande de no tener hermanos mayores.

Jugar a todo con dos colchonetas, la caída libre desde la litera de arriba, el querer hacer deberes, como los demás, para no aburrirme; las partidas de billar o las lágrimas por coger el coche teledirigido. Los campeonatos de pin-pon al rey de la mesa; papá y Alex jugando al calientamanos (no recuerdo quién ganó, pero me lo imagino)

Los dibujos que me hacía papá mientras volvíamos a casa en el 147, los tomates de Bernardino, el miedo a que Chiqui me muerda, un empacho de pistachos (es real, no pretendía la rima); comprobar que los caramelos de menta no saben tan mal.
Las obras de la cocina, comer en el Burguer porque han cortado el agua y el gas y se nos ha olvidado comprar el pan. Ir a casa de Elda una tarde y quedarme un mes.
Festivales de Ella Baila Sola cuando se iba la luz en toda la manzana; maquillarnos para las competiciones de gimnasia rítmica en el cuarto de estar, concursos de acuarelas en la mesa de la cocina.

Las propinas del general; las patas de gallo en muchos ojos.

La cabalgata de Reyes en el semáforo de siempre, las filloas y los caramelos del Portal.
Ir de vacaciones en mayo, conocer primas nuevas, hacer un castillo inmenso y que un gitano mee encima.

La boda del año (o del siglo, o del milenio…), encontrar un billete morado en una hucha. Echar toda la vida a una carta. Ir a Roma a vivir un hecho histórico.
Que me sonría el sobrino más guapo del mundo.

Conocer Sevilla. Estudiar en Sevilla. Vivir en Sevilla. Vivir en un palacio con techo de cristal y criar un loro africano sin querer.

Trabajar en la mejor empresa del mundo (algo que no admite discusión)

La zanahoria cruda a mordiscos, cantar a pleno pulmón por la Palmera; los paseos en moto con cualquier excusa, la Castellana con más tráfico que nunca.

Postales desde el otro lado del mundo. Un ramo de flores pintadas por mi santo. Los cuentos de la Azotea, los disfraces del mejor pirata del mundo mundial.
Conocer Boston. Y Nueva Zelanda. Y Argentina… abriendo el buzón. Recorrer Madrid cada semana y que me enseñen por postal a disfrutar de las cosas pequeñas de la vida.

Los tulipanes holandeses; el chocolate con churros; la feria de abril en Asturias.
Que me llamen para dedicarme una canción. Que cada canción que suena tenga nombre propio.
Los test de personalidad hechos en broma que suelen dar en el clavo. Ver una película sentada en el suelo. Tirar una cocacola encima de la alfombra y que no pase nada.
Dormir la siesta en la playa. Cultivar mi propio jardín. El día de Reyes. La cara de la gente el día de Reyes.
Sevilla en primavera.
Ver amanecer camino de la facultad. Los atardeceres de Córdoba.

Buenos consejos. Grandes consuelos. Poder hacer y decir –también escribir− lo que me da la gana.


Y que vivan las madres valientes

viernes, 10 de abril de 2009

Viernes Santo

Y se abrieron las puertas, y el aire se llenó del aroma de las flores frescas.