domingo, 20 de diciembre de 2009

Dicen por ahí que soy sevillana

Hace un tiempo me escribieron ‘Blogueros de Sevilla’, porque quieren incluir mi blog en un directorio de blogs sevillanos. No les he dicho que no, porque la verdad es que una vez puesto en la red lo que pongo ya es de cualquiera, y como me han asegurado que han hecho un "análisis previo muy riguroso", pues me fío de ellos.
Lo que me mosquea es que me echan flores: dicen que mi blog "reúne tres requisitos indispensables para ‘Blogueros de Sevilla’: Calidad, rigor y periodicidad de actualización". No es que me moleste que digan esas cosas, es que no sé cómo saben los requisitos que reúno si no han leído ni la quinta entrada de la página principal, que deja bien claro que no soy andaluza ni de rebote...
Por si acaso, ya he cambiado mi perfil.
Me gusta Sevilla, pero señores, Madrid está a otro nivel.

martes, 3 de noviembre de 2009

Lejos de Nunca Jamás

No puedo escribir.
La inspiración me ha abandonado.
La imaginación se ha escapado.
Me cruzo con ella cada día, pero no me atrevo a mirarle a la cara.
Ver sus ojos me hace llorar.
Echo de menos los días en que nos cruzábamos por el pasillo de casa, me hablaba al oído, y a veces me gritaba las ideas tan fuerte que no podía reprimir el impulso de escribir.

Pero ya no puedo. Se ha escapado.
Y tengo miedo de que no vuelva.
Creo que he crecido sin remedio.
Ya no me sorprenden las cosas, no espero ver una historia detrás de cada gesto, de cada palabra escrita en la pared.

Hace no mucho estaba rodeada de miradas infantiles, gente pequeñita con un universo dentro, que daban sentido a este blog, a cada una de mis libretas, y que me empujaban a escribir porque todo lo que vivíamos tenía tintes de aventura.
Ahora ya no vivo aventuras, al menos tan apasionantes como aquellas.

He crecido y no sé si voy a ser capaz de volver a hacerme pequeña.

Pipa. Pipas

Mi papá fumaba pipa.
¡Cómo me gustaba la pipa de mi papá!

lunes, 26 de octubre de 2009

Calcetines

Lo digo en serio – siguió él-. Cuando yo era pequeño, Suecia era todavía un país en el que uno se zurcía sus calcetines. Yo aprendí incluso en la escuela cómo se hacía. Luego, un día, de pronto, se terminó. Los calcetines rotos se tiraban. Nadie remendaba sus viejos calcetines. Toda la sociedad se transformó. Gastar y tirar fue la única regla que abarcaba de verdad a todo el mundo. Seguro que había quienes se empecinaban en remendar sus calcetines, pero a esos ni se les veía ni se les oía. Mientras este cambio se limitó sólo a los calcetines, quizá no tuviera mucha importancia. Pero se fue extendiendo. A final se convirtió en una especie de moral, invisible, pero siempre presente. Yo creo que eso cambió nuestro concepto de lo bueno y lo malo, de lo que se podía y lo que no se podía hacer a otras personas. Todo se ha vuelto mucho más duro. Hay cada vez más personas, especialmente jóvenes como tú, que se sienten innecesarias o incluso indeseadas en su propio país. Y ¿cómo reaccionan? Pues con agresividad y desprecio. Lo más terrible es que, además, creo que estamos sólo al principio de algo que va a empeorar todavía más. Está creciendo una generación ahora, los que son más jóvenes que tú, que van a reaccionar con más violencia aún. Y ellos no tienen el menor recuerdo de que, en realidad, hubo un tiempo en que uno se remendaba los calcetines. Un tiempo en el que no se usaban y tiraban los calcetines ni las personas.


La quinta mujer, Henning Mankell


Y yo me he puesto a remendar mis calcetines...

viernes, 23 de octubre de 2009

Poniendo el freno



A veces hay muchas señales que te van diciendo "oye, para el carro".

A veces pasas de esas señales.

A veces ni miras... hasta que abres los ojos y no sabes muy bien qué haces en el suelo.

A veces crees que está todo controlado, que el que puso las señales exagera pelín, que no es para tanto.

A veces más vale hacer caso a quien sabe que te vas a caer precisamente ahí.

A veces compensa hacer el ridículo con tal de no caerse al suelo.





Por cierto: la foto se la he robado a mi hermano de su fotolog. A veces pasa.

martes, 23 de junio de 2009

¿Por qué hay hombres empeñados en no amar a las mujeres?

Uno de mis hermanos, al que quiero con locura, me ha dicho que se va a leer Los hombres que no amaban a las mujeres. En un caso como este, teniéndole lejos para pegarle una colleja por leer mierda (sí, así, MIERDA), y deseando por un momento ser La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina para quemar ese montón de basura hoja a hoja, lo único que se me ocurre es publicar esto que me mandó hace poco mi hermana:

Fragmento de una crítica que Juan Ignacio Encabo Balbín hace este libro de que está siendo record de ventas en todo el mundo.
El que quiera entender, que entienda.

Por eso de que la gente regala libros sin saber lo que contienen ha llegado a mis manos un ejemplar de "Los hombres que no amaban a las mujeres". Y lo he leído. No se trata de sexo; se trata de actividades delictivas relacionadas con el sexo: Un padre que viola a su hija a partir de los catorce años e induce al hermano de ella a hacer lo mismo. Ambos se dedican a violar y asesinar mujeres durante una larga serie de años. Una hija que mata a su padre para evitar que la siga violando. El tutor judicial de una joven que le exige favores sexuales a cambio de dar buenos informes sobre ella. Un millonario que deja embarazada a una camarera y le envía unos matones para que la obliguen a abortar, porque ella quiere conservar a su hijo. Esos son "los hombres que no amaban a las mujeres". En teoría se trata de una denuncia de la violencia contra las mujeres; pero sólo en teoría. El protagonista, "el bueno" y "simpático", se entiende con tres mujeres a la vez y reconoce que no es un buen padre, ya que también tiene una ex-esposa y una hija a la que ve escasamente. Si los primeros practican la violencia física él realiza una especie de violencia emocional. Es sintomático que la pequeña detective "antisocial", que cree haberse enamorado de él, se retire en la última escena del libro, ya que comprende que no es eso lo que ella busca. Si la palabra "inmoral" tiene algún significado en el siglo XXI, se trata de un libro inmoral de cabo a rabo. Lo que nos horroriza en la vida no puede ser maravilloso en la literatura. Sobre el éxito de esta novela policiaca sólo cabe decir que si la sociedad come basura de alcantarilla y le sabe a fresas con nata es que tiene un problema con el sentido del gusto y que se deja engañar por el marketing editorial.


La verdad es que, Pedrulo, si en algún momento se te ocurre escribir un libro en homenaje a las mujeres maltratadas, sólo te pido que en vez de con las tripas lo escribas con la cabeza, y si quieres con el corazón. Pero que lo primero de todo pienses en esas mujeres, en cualquier mujer, en si podrían pasar de la primera página sin vomitar el desayuno.

viernes, 5 de junio de 2009

Pedrusquito

Tengo un hermano que es la monda. Y hoy cumple 24 años. Hace tres meses sólo me sacaba un año: ahora ya no me puedo meter con él.
He visto una foto que se ha hecho en Nueva York (porque es un chico de mundo), y he pensado que seguramente se la ha hecho por un motivo que quizá el que hizo la foto no entendió del todo.



Cuando éramos pequeños, en la guardería había un día que podíamos ir disfrazados. La verdad es que me daba igual que fueran carnavales o lo que quisieran: la ilusión por disfrazarnos la teníamos todo el año, y esa era una excusa perfecta. Y hubo dos años que Pedro y yo nos disfrazamos juntos, porque Ferdi ya no estaba en la guardería, y Zipi se quedó sin Zape. Así que mamá encontró el disfraz perfecto: Alicia en el país de las Maravillas y el Conejo. Tengo grabada en la cabeza la imagen de mamá haciendo el reloj, ése que Pedro agarra en Nueva York, con unas caja de quesitos (porque del Caserío me fío, ya se sabe), y poniendo orejas al verdugo blanco.
Yo iba la mar de orgullosa con la melena al viento, aunque he de decir que pesaba un poco y que la diadema pinchaba en la cabeza. Pero éramos la envidia de toda la guardería, estoy segura.



Bueno, Pedrop, yo lo que quería era felicitarte por esos 24 añazos. y sólo se me ha ocurrido buscar fotos. En realidad no sé bien qué decir, porque por ordenador es un poco extraño, pero ya te pegaré los tirones de orejas en cuanto te vea (orejas nunca nos han faltado a los Rodríguez... es parte del legado paterno)

Un beso enorme desde la Andalucía profunda. Y esta foto de regalo. Es la que más me gusta:

jueves, 4 de junio de 2009

Normalidad

Hoy ha salido el sol. Y cantaban los pájaros. Y el río seguía igual (de sucio).
Y me he mirado al espejo y sigo igual. Al volver de clase, por el puerto, soplaba la brisa. Me han llamado desde la patria chica.
He terminado el día agotada. Como cualquiera.
Pienso que el milagro más grande de nuestra vida es, precisamente, la normalidad de cada día. Y eso no significa rutina.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Cochinos del Betis

Que nadie se ofenda, si es que algún bético lee esto, que no creo.
Hoy he visto un cochinillo vestido con la camiseta del betis.
Iba hasta presuntuoso (vaya chorrada decir esto de un cerdo) con esa camiseta, y su dueño lo llevaba con orgullo (no sé qué es peor, si llevar esa camiseta o llevarla CON ORGULLO) hacia el Charco de la Pava atado con una cuerda.
Es curioso.
Estas cosas sólo pasan en Sevilla.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Cagoenlá, al guarda no!

Hoy es san Bernardino. Dicen que de Siena, pero yo me quedo con Bernardino del condado de Elda. Nadie me ha dicho que sea santo, pero yo creo que se lo ha ganado a pulso.
Porque no hay persona que haya cuidado con más cariño unos tomates para dárselos a sus niños. Porque guardaba bolsas de patatas para acompañar los tomates. Porque, aunque tenía las manos callosas, a nadie le daba miedo dárselas para entrar en la huerta. Porque nunca le he oído a nadie gritar con tanta gracia cuando le salpicábamos. Porque aunque tenía siempre barba de tres días, yo estaba orgullosa de que fuera mi segundo padrino.
¡Cagoenlá! ¡Al guarda no!

domingo, 19 de abril de 2009

Sonrisas

Seguro que has comprobado que lo mejor cuando se está cansado es... tener alguien por quien sonreír. Cuando sabes que alguien agradece tu sonrisa es más fácil olvidarse del cansancio. Y eso que a veces tienes ganas de dormir, de gritar, de llorar... todo a la vez.

Como eso es imposible, la única opción que te queda es que rebusques entre tus mejores sonrisas y te la pongas en la cara.
Y si los ojos brillan, será por la alegría; si parece que tienes ojeras será el efecto que hace el tener la sonrisa de oreja a oreja; si de pronto elevas el tono es porque no puedes contener tu emoción.

¿Ves? todo cambia si sonríes; sobre todo cambia para el que te mira. Porque le alegras el día. Y eso, a pesar de que sólo querías gritar y llorar porque te mueres de sueño.
Y es que sabes que siempre hay alguien que lo único que quiere es verte feliz.


Esto lo escribí el año pasado, en plenos exámenes de febrero. Llegué a casa después de un examen a las 7 de la tarde, y antes de sentarme a estudiar el siguiente me crucé con una personita que hizo que ese día hubiera valido la pena.

sábado, 11 de abril de 2009

Olores

Si se pudieran embotellar los olores, esta noche cogería un frasco y guardaría para siempre este aroma de azahar que inunda Sevilla cuando llega la primavera.
No podría esperar a mañana, porque las noches tienen ese algo mágico que hacen que los sentidos estén más despiertos y los matices se distingan mejor. Con la luna y el silencio de compañeros, los olores se perciben mejor, y todo el cuerpo se puede centrar en el azahar, la flor blanca, sevillana por excelencia.
Cierra los ojos, no atiendas a tus oídos, y respira.
No querrás que pase el tiempo.
Nunca querrás abandonar Sevilla.

Gracias mamá

He estado pensando estas semanas, a raíz de las manifestaciones que ha habido en toda España, pasar al terreno práctico, y escribir algunas de las cosas que me habría perdido si mi madre hubiera decidido matarme antes de nacer. No son todas, claro, porque no habría libros en el mundo para escribir 22 años seguidos, cada minuto, cada segundo, cada latir de mi corazón... tampoco hace falta que las leas. Seguramente muchas ni las entiendas, otras te parecerán chorradas, otras no te parecerán importantes. Yo lo que sé es que sólo tuve que pensar unos minutos, y lo primero que se me vino a la cabeza fue esto:

Ver la cara de mamá. Y la de papá. Y la del médico, que estoy segura de que sonrió, porque yo era distinta: era su ahijada. Y la de la matrona, que pensaría lo mismo, y por eso también sonrió.
La desgracia de no tener hermanas pequeñas, y la desgracia aún más grande de no tener hermanos mayores.

Jugar a todo con dos colchonetas, la caída libre desde la litera de arriba, el querer hacer deberes, como los demás, para no aburrirme; las partidas de billar o las lágrimas por coger el coche teledirigido. Los campeonatos de pin-pon al rey de la mesa; papá y Alex jugando al calientamanos (no recuerdo quién ganó, pero me lo imagino)

Los dibujos que me hacía papá mientras volvíamos a casa en el 147, los tomates de Bernardino, el miedo a que Chiqui me muerda, un empacho de pistachos (es real, no pretendía la rima); comprobar que los caramelos de menta no saben tan mal.
Las obras de la cocina, comer en el Burguer porque han cortado el agua y el gas y se nos ha olvidado comprar el pan. Ir a casa de Elda una tarde y quedarme un mes.
Festivales de Ella Baila Sola cuando se iba la luz en toda la manzana; maquillarnos para las competiciones de gimnasia rítmica en el cuarto de estar, concursos de acuarelas en la mesa de la cocina.

Las propinas del general; las patas de gallo en muchos ojos.

La cabalgata de Reyes en el semáforo de siempre, las filloas y los caramelos del Portal.
Ir de vacaciones en mayo, conocer primas nuevas, hacer un castillo inmenso y que un gitano mee encima.

La boda del año (o del siglo, o del milenio…), encontrar un billete morado en una hucha. Echar toda la vida a una carta. Ir a Roma a vivir un hecho histórico.
Que me sonría el sobrino más guapo del mundo.

Conocer Sevilla. Estudiar en Sevilla. Vivir en Sevilla. Vivir en un palacio con techo de cristal y criar un loro africano sin querer.

Trabajar en la mejor empresa del mundo (algo que no admite discusión)

La zanahoria cruda a mordiscos, cantar a pleno pulmón por la Palmera; los paseos en moto con cualquier excusa, la Castellana con más tráfico que nunca.

Postales desde el otro lado del mundo. Un ramo de flores pintadas por mi santo. Los cuentos de la Azotea, los disfraces del mejor pirata del mundo mundial.
Conocer Boston. Y Nueva Zelanda. Y Argentina… abriendo el buzón. Recorrer Madrid cada semana y que me enseñen por postal a disfrutar de las cosas pequeñas de la vida.

Los tulipanes holandeses; el chocolate con churros; la feria de abril en Asturias.
Que me llamen para dedicarme una canción. Que cada canción que suena tenga nombre propio.
Los test de personalidad hechos en broma que suelen dar en el clavo. Ver una película sentada en el suelo. Tirar una cocacola encima de la alfombra y que no pase nada.
Dormir la siesta en la playa. Cultivar mi propio jardín. El día de Reyes. La cara de la gente el día de Reyes.
Sevilla en primavera.
Ver amanecer camino de la facultad. Los atardeceres de Córdoba.

Buenos consejos. Grandes consuelos. Poder hacer y decir –también escribir− lo que me da la gana.


Y que vivan las madres valientes

viernes, 10 de abril de 2009

Viernes Santo

Y se abrieron las puertas, y el aire se llenó del aroma de las flores frescas.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Palabras desde la Azotea

Hoy me ha llegado una postal llenita de azoteas extranjeras. Todas estaban iluminadas, y me ha parecido ver la silueta de una persona a la que quiero muchísimo saludándome desde la más alta.
Estoy segura de que se subió allí para que su vista alcanzara el otro lado del charco. Debe ser emocionante tener todo un continente bajo los pies, y dominarlo todo con la vista desde una pequeña azotea.
Ha sido una de las alegrías del día, y además ha sido doble, porque me mandó dos a la vez.
Es verdad que presumo de hermano. Siempre lo he hecho. Y ahora en inglés.

lunes, 9 de marzo de 2009

Cumpleaños

Pues sí. He cumplido 22.
Y desde esa azotea no tan lejana (sólo a un charco de distancia; que algunos exageran tanto que parecen andaluces) me han echado algún que otro piropo.
Pedro, ahora sólo me sacas un año. Y a Inés le saco 4 por dos días más.

Quería poner una foto de mi madre en el post de las patas de gallo. La verdad es que hasta que no me hicieron caer en eso, no me había fijado en que tiene, aunque no las disimula.

El chaval de la azotea dice algo de mi valor y mi fuerza. Él sabe de dónde la saco. Si quiere que lo explique. De todas formas, creo que es la misma fuerza y el mismo valor que él tiene para no lanzarse al vacío desde tan arriba (a veces pienso que también te da un poquito de miedo lanzarte, ¿no?)

Y hablando de valor, pienso que muchas veces el valiente es el que cae y no le importa que alguien lo sepa. El que cae y se levanta. El que, cuando está en el suelo, pide ayuda. Porque es lo que tiene estar en el frente de batalla: de vez en cuando se cae uno al suelo.

Hay que vivil'lo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Palabras tardías

He tardado mucho en poner algo.
La verdad es que la imaginación no está últimamente en sus mejores momentos.
Dentro de unos días seré un año mayor (hay que ver, las paradojas del tiempo) y no habrá cambiado nada.
A lo mejor me paso por aquí a ver si alguien ha comentado.
Por cierto, el profesor culpable de que empezara este blog ya no me dará más clase. Ya no voy a ser periodista.
Voy a ser como mi hermana mayor.

Patas de gallo

Hay quien se las opera.
Hay quien las disimula.
Son infelices: nadie les ha dicho nunca "me encanta cuando te ríes".
Son la marca de la alegría, que siempre se ve primero en los ojos.
Por eso las madres, las madres de verdad, no pueden esconderlas, porque siempre tienen una sonrisa cuando más lo necesitas.
Por eso basta con mirar a los ojos a una persona para adivinar cuánto te quiere.


Esta idea me la dio una persona que me quiere un montón. Un día me metí con ella porque se le empezaba a notar la edad en los ojos. Entonces me dijo que esas marcas se le hacen cuando se ríe.
Y pensé que quiero que se me llenen los ojos de rayitas.

miércoles, 21 de enero de 2009